A más de un mes del inicio de la nueva administración municipal, la ausencia de un nombramiento clave para la ciudad sigue siendo motivo de preocupación: Acuña no tiene un Director de Transporte Urbano. ¿Falta de interés, negligencia o simplemente miedo a tomar las riendas de un problema que parece no tener solución? Cualquiera que sea la razón, el hecho es que esta omisión deja en evidencia la grave crisis del transporte público en nuestra ciudad y la posible falta de voluntad y pericia política para enfrentarla.
El transporte público en nuestro municipio ha sido, por años, sinónimo de corrupción, desorden y mal servicio. Las quejas de los ciudadanos son constantes: rutas ineficientes, unidades en mal estado, choferes sin capacitación adecuada y, por supuesto, tarifas que no reflejan la calidad del servicio recibido. No es exagerado decir que, en muchos casos, abordar una unidad de taxi es una experiencia más parecida a una prueba de resistencia que a un servicio esencial. Sin embargo, lejos de iniciar una transformación, el actual gobierno municipal ni siquiera ha designado a la persona responsable de dirigir esta área crítica.
Cabe preguntarse: ¿nadie quiere el puesto o nadie se atreve a ocuparlo? La omisión en este nombramiento sugiere que no hay un plan claro para mejorar la movilidad en la ciudad o que, peor aún, se teme que quien asuma el cargo se vea envuelto en la misma red de corrupción y complicidades que históricamente ha plagado esta área. Sin liderazgo ni dirección, el caos en el transporte público persiste sin un horizonte de mejora, perjudicando a miles de ciudadanos que dependen de este servicio para sus actividades diarias.
Las consecuencias de esta falta de liderazgo son tangibles. Sin una figura responsable, no hay quién implemente estrategias para mejorar la seguridad en el transporte, ni quién fiscalice el cumplimiento de normas. La ciudadanía se enfrenta a un servicio cada vez más decadente, sin alguien que le ponga un alto al abuso de líderes sindicales que tienen secuestrado al transporte público o al deterioro de las unidades que parece no importarle a nadie más que a los usuarios. Además, los proyectos de movilidad urbana quedan estancados en un limbo burocrático sin posibilidad de avance.
Es inadmisible que un gobierno municipal, que se presume comprometido con el bienestar de sus ciudadanos y que pregona de mucho Amor a Acuña, ignore un problema de esta magnitud. La administración municipal debe asumir su responsabilidad y tomar decisiones urgentes para garantizar que el transporte público deje de ser una fuente de molestias y corrupción, y se convierta en un servicio digno y eficiente.
Se ha sabido de algunos concesionarios o líderes de organizaciones pequeñas que han intentado alzar la voz, pero desde el poder se les ha amenazado con retirarles las concesiones, versiones que no suenan nada extrañas cuando lo que faltan son concesiones para los amigos del Secretario del Ayuntamiento.
La ciudadanía no puede seguir esperando indefinidamente a que el gobierno municipal decida actuar. Es momento de exigir respuestas, porque un mes sin nombrar a nadie para este puesto no es un simple retraso administrativo, es un síntoma claro de incompetencia y falta de compromiso.
Comments